San Joaquín y Santa Ana: Símbolos de espera, fe y fidelidad a Dios

“En aquella noche tan pesada de la ley antigua, determinó Dios dar prendas ciertas del día de la gracia, enviando al mundo dos luceros clarísimos que anunciasen la claridad ya vecina del Sol de justicia, Cristo nuestra salud”.
Con éstas hermosas palabras inicia su relato Sor María de Jesús de Agreda, en el libro de su autoría: ‘La vida de la Virgen María’. Libro que retrata en su inicio, acerca de la vida y testimonio de San Joaquín y Santa Ana, progenitores de la Madre de Jesucristo. No cabe duda que estos dos santos de nuestra Iglesia fueron fundamentales en el camino de la preparación del plan de Dios para la venida de Cristo Jesús.
Relata Sor María de Jesús que “San Joaquín (Yahvé prepara) tenía casa, familia y deudos en Nazareth, pueblo de Galilea”. Le acompañaba la gracia de Dios puesto que siempre fue un hombre justo y santo. Era muy inteligente y poseía conocimiento de muchos misterios de las Escrituras y Profetas antiguos. Siempre mantuvo una ferviente relación con Dios a través de la oración. Él “pedía a Dios el cumplimiento de sus promesas; y su fe y caridad penetraban los cielos”.
Por su parte Santa Ana (Del Hebreo Hannah, gracia), tenía “su casa en Belén, y era doncella castísima, humilde y hermosa, y desde su niñez era santa, compuesta y llena de virtudes”. Fue muy dedicada y trabajadora, y al igual que su esposo, poseía grandes dones espirituales. “Llegó a la plenitud de la perfección de las vidas activa y contemplativa. Tenía noticia infusa de las Escrituras divinas y profunda inteligencia de sus escondidos misterios y sacramentos; y en las virtudes infusas, fe, esperanza y caridad, fue incomparable. Con estos dones prevenida, oraba continuamente por la venida del Mesías”.
San Joaquín y Santa Ana estuvieron casados 20 años sin concebir hijos. Condición que en aquel entonces era considerada como símbolo de gran desgracia e infelicidad y se les etiquetaba como “excluidos de la venida del Mesías que esperaban”. Por esa razón, se vieron expuestos al desprecio de sus vecinos y conocidos.
En respuesta a las burlas y desprecios, San Joaquín se retiró al desierto 40 días a ayunar y a orar, a la vez de que Santa Ana “se quejaba en dos quejas y se lamentaba en dos lamentaciones”. Hicieron “grandes peticiones de lo profundo de su corazón, teniendo para esto especial mandato de lo alto; y ofrecieron al Señor, con voto expreso, que si les daba hijos, consagrarían a su servicio en el templo el fruto que recibiesen de bendición”. Y el hacer este ofrecimiento fue por especial impulso del Espíritu Santo, que les inspiraba entregaran al mismo Señor, a quien llevaría en su vientre a su unigénito Hijo.
Entonces sucedió que un ángel se le apareció a Santa Ana y le dijo: “Ana, el Señor ha escuchado tu oración: concebirás y darás a luz. Del fruto de tu vientre se hablará en todo el mundo”.
“Y después de haberles evangelizado a los dos santos Joaquín y Ana que se les daría una hija admirable y bendita entre las mujeres, se ejecutó la obra de la primera concepción, que era la del cuerpo purísimo de María”.(Sor María de Jesús).
Fuentes consultadas:
La vida de la Virgen María (Sor María de Jesús de Agreda).
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ACI Prensa