La Comunión Espiritual en la Eucaristía

El Señor nos invita constantemente a vivir en comunión con Él, para que seamos “perfectamente Uno” en Él. Esta comunión no tiene como punto de partida la eucaristía, sino que la eucaristía expresa la existencia de dicha comunión. Por lo tanto, es a través de la fe y la caridad que somos alcanzados por la gracia y vamos entrando en la comunión con Dios y su Iglesia.

Que cada uno revise si su vida se conforma a la voluntad de Dios antes de acercarse al sacramento de la Comunión, de no ser así, la Confesión de nuestros pecados remedia todo aquello que nos aleja del amor de Dios. En los casos donde definitivamente no puede accederse a la Comunión Sacramental, la Iglesia nos anima a no sentirnos rechazados y a comprender que no es lo mismo venir a misa -aunque sin comulgar- que no venir del todo. Por ello, muchos santos han recalcado el valor de la comunión Espiritual.

La Iglesia recomienda a quienes, por una u otra razón no comulgan el Cuerpo de Cristo en la santa Misa, que se adhieran a la Comunión Espiritual. Ahora bien, esta Comunión Espiritual se da desde el inicio de la Eucaristía y hasta el final de la misma; por ello, no es debido reducir este tema tan importante solamente a una oración. En efecto, la Comunión Espiritual expresa nuestra intención y deseo de acercarnos a la Comunión Sacramental, pero, no pudiendo hacerlo, nos apoyamos con humildad en la Misericordia de Dios que nos ayuda. Como vemos, aunque las oraciones de Comunión Espiritual son tan bellas y cargadas de humildad, la Comunión Espiritual va más allá, abarca la totalidad de la Eucaristía e impregna nuestro diario vivir.

De ahí que la liturgia de la Iglesia no necesita identificar un momento específico para la Comunión Espiritual, toda la Eucaristía la manifiesta. Y, en virtud de que una de las obras de Misericordia es corregir con caridad en la verdad, pues nos damos a la tarea de eliminar la Oración de Comunión Espiritual de nuestras eucaristías, a la vez que exhortamos a todos los fieles hatillenses que vivamos plenamente esta Comunión Espiritual.

Fuentes: Ecclesia de Eucharistia, N° 34-36; Communionis Notio (mayo de 1992); Lumen Gentium, N° 14 y Discurso de Benedicto XVI a los sacerdotes de la diócesis de Aosta (julio de 2005).